El adobe, cálida y fuerte piel de la gente de la tierra, alberga en su interior la sangre y el Sol.
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La Tierra que en algún tiempo fuimos fue cercada por absurdos muros. El agua, trató de purificarlo todo y lo logró; pero al tiempo se secó. Mientras, entre tanto aire ceñido y agua estancada, el sol infinitamente bondadoso todos los días nos sigue acariciando con la misma intensidad a todos.
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